Ankor y Nictofilics

El pasado sábado 24 de febrero estuvimos en la Sala La Calle para presenciar un concierto muy esperado: la vuelta de Ankor a Sevilla. En esta velada estuvieron acompañados por Nictofilics y Spooneye, dos grandes bandas locales.

La apertura de puertas estaba prevista a las 21:30 pero hasta las 22:40 no se subió la primera formación al escenario, hecho que llevo al grupo que encabezaba el cartel, Ankor, a acortar su repertorio, en un concierto que ya de por si se nos hizo corto.

Habíamos pedido pase para Ankor y no conocíamos a los demás grupos ni habíamos tenido mucho tiempo de informarnos de antemano por lo que os podéis imaginar la impresión que nos llevamos cuando lo primero que oímos, al abrir la puerta, fueron los gritos de la cantante de Nictofilics, Isabel, llamando a chillidos al escaso público asistente a que reventara La Calle. Y así se hizo.

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El público saltó y bailó junto a Isabel, que apenas descansó un minuto, si bien se le fue notando el cansancio conforme avanzaba el concierto, sobre todo a nivel vocal. Siguiendo el rollo psycho que tienen (se consideran psychobilly y horror punk), la voz jugaba mucho con la velocidad y los agudos súbitos y extremos, que se fueron homogeneizando con el pasar de las canciones y desnudaron a la música de su arma más potente.

Este jovencísimo grupo sevillano tiene mucho potencial y nos hico disfrutar inesperadamente de su música pese a que el sonido no era del todo redondo: las guitarras no se distinguían bien y la batería estaba demasiado alta (algo que se repitió toda la noche debido a la composición de la sala), por lo que, en ocasiones, la base rítmica se comía a la melódica, sobre todo en las canciones más cañeras del final.

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Si de psychobilly tienen las voces, el horror está en su estética de carnicería barata, maquillaje desfasado y caretas de Halloween, que remiten a lo más característico de su estilo: su actitud punk de desinterés por otra cosa que no sea hacer lo que les gusta y cómo les gusta y de darlo todo sin importarles lo más mínimo lo demás. No hay más que ver el grito con el que cerraron el concierto: «¡Y que os den por culo ya, hostia!».

En segundo lugar tuvimos a Spooneye y flipamos mucho. Ya sabéis el cometido de nuestro blog, así que nos limitaremos a señalar que fueron brutales, su puesta en escena enérgica nos ganó desde el minuto 1 y su buen hacer no pasó desapercibido para nadie. Merece muchísimo la pena que vayáis a verlos.

Tras una larga pausa subieron al escenario Ankor. Veníamos con muchas ganas de disfrutar de ellos, de ver en directo ese último discazo que se habían marcado Beyond The Silence of These Years. Salieron a escena con ganas de comerse el mundo, nos arrollaron con su fuerza y nos sedujeron de tal forma que solo podíamos bailar, pegar saltos y cantar. El público los esperaba con ansía pues hacía varios años que no nos visitaban. Comenzaron la actuación con diversos problemas de sonido que su técnico solvento rápidamente entre las primeras canciones.

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Su actitud era una declaración de intenciones: Fito Martínez dejó a más de uno boquiabierto (entre los que se encuentra una servidora) con la energía que desprendía, era una polvorilla rabiosa, y no solo tocaba la guitarra sino que cantaba rollo scream/insane vocals, dándole un contrapunto interesante a los temas. Por otra parte teníamos a Jessie Williams dominando la escena con su fuerza y su prodigiosa voz, mientras se metía al público en los bolsillos con su cercanía y sencillez. A David Romeu como apoyo indispensable de la banda tanto en guitarras como en voces y a Ra Tache, la última pieza del cuarteto, baterista y pianista, quizás la menos sobresaliente del grupo en cuanto a técnica si la comparamos en el resto de sus compañeros. Además el sonido de la batería sufrió la misma suerte que el resto de grupos, incluso se acentúo en mayor medida por la naturaleza de la música de la banda que funcionaba por pistas, dejando a la base rítmica al descubierto aprenciándose la pegada contundente pero irregular.

La estética desenfadada y cuidada a su vez nos llamó la atención por salirse de los canones, Jessie Williams con su sudadera amarilla es la principal causante de ello y nos enseñó que no existen normas cerradas, que sus movimientos «traperos», por denominarlos de alguna forma, también tenían cabida en su estilo.

Hicieron un repaso por su nuevo disco y tocaron varias canciones de los anteriores, la vocalista explicó en algunas de ellas el origen o anécdota relacionada.

A mitad del show, Ra Tache se bajo de la batería y empezó a tocar el teclado, dejándonos a todos anonadados por su capacidad multinstrumentista. Tras una pieza individual, pianista y vocalista comenzaron una de sus canciones, «Frozen», en un espléndido acústico que se vio atravesado en las subidas tonales por los desgastes vocales de Williams, impidiéndonos disfrutar de su maravilloso registro al completo.

Siguieron con el repertorio, no se acusó excepto en algunos screams, las dificultades vocales de la cantante, que en cambio lo daba todo en el escenario, a lo que el público contestó con la misma intensidad o mayor.

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Nos deleitaron con una versión bastante personal del tema «Chopusey» de System of a Down, de su trabajo Get on the Winner Horse. Tres canciones antes de acabar el set-list la sala les hizo acabar con su repertorio, dejándonos a todos con ganas de más y la sensación de un concierto demasiado corto.

Ankor vino rompiendo con lo establecido, adecuándose a los tiempos que corren y demostrando que no existen normas en esto de la música. Lo cierto es que cuando vi la formación y me percaté que no tenían bajista me sorprendió en gran medida, no es lo más común del mundo, sobre todo para los que estamos acostumbrados a ir a directos. Habrá que abrir la mente y acostumbrarnos a estas «modernidades».

Sin embargo, existe una gran diferencia bajo mi punto de vista en cuanto a un disco y un directo porque el primero puede gozar de todo tipo de arreglos y efectos de los que no queda más remedio que prescindir en el segundo por la condición del mismo. Ankor y muchas otras bandas en cambio lo llevan a otro nivel pues dependen de una pista pre grabada para llevar a cabo su show, lo cual les condiciona para bien y para mal. Este aspecto es a gusto del consumidor, por supuesto. En mi caso no logro concebirlo, pues considero que se pierde la magia, la impronta del momento, el desnudo y la crudeza de los temas junto a los cientos de adjetivos que puede englobar un directo.

La asistencia de público fue escasa para el evento que se acometía, esperábamos una mayor acogida ya que venían dos bandas locales y una banda como Ankor con tantos seguidores y recorrido. Una pena, pero esto no es nuevo, llevamos acusando bastantes años este declive, la gente ha perdido la costumbre por acercarse a ver directos pero los que acudimos nos llevamos la experiencia de una noche fantástica con artistas que se partieron la cara en el escenario.